Diario Contexto -Argentina
Por Samuel Gallego*
Cuando muchas personas en Colombia pensaban que el 2 de octubre sería un día histórico para el país, gracias a que los ciudadanos votarían masivamente para aprobar e implementar el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, el resultado de la jornada electoral indicó todo lo contrario, pues a pesar de la estrecha minoría que acudió a las urnas, la mayoría de esta decidió negar la posibilidad de empezar a construir la paz sobre la base de lo acordado entre el Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC.
El balance de la Registraduría Nacional del Estado Civil indica que de un total de 34.899.945 personas habilitadas para votar en todo el territorio nacional (100%), sólo 13.064.056 (37,43%) ejercieron su derecho al voto. De esta cifra, 6.374.728 ciudadanos (49,78%) votaron por el SÍ, mientras que 6.430.968 (50,21%) lo hicieron por el NO.
¿Cómo explicar que la indiferencia, el abstencionismo y la desinformación fueron los grandes ganadores de esta jornada electoral?, ¿cómo explicar que una minoría terminó decidiendo el futuro de todo un país?, ¿cómo explicar que la opción del NO ganó únicamente en 13 de los 32 departamentos que conforman el territorio colombiano?, ¿cómo explicar que el rechazo al Acuerdo final se decidió justamente en las zonas donde menos o donde nunca se vivieron los efectos del conflicto armado?, ¿cómo explicar que las personas que habitan esos territorios que vivieron el horror de la guerra votaron masivamente por el SÍ, y los demás ciudadanos votaron por el NO?, ¿cómo explicarle al mundo que un acuerdo reconocido y respaldado por la mayoría de países fue negado por una minoría?
Estos son sólo algunos de los interrogantes que quedan después de lo que sucedió ayer en Colombia, una jornada que aún muchos tratamos de asimilar y entender, teniendo en cuenta que en esta corta campaña que se hizo para socializar el contenido real del Acuerdo final e invitar a las personas a votar en el plebiscito por alguna de las dos opciones lo que reinó fue la desinformación, las mentiras y los mitos infundados de personas como Álvaro Uribe Vélez (junto al Centro Democrático), Alejandro Ordóñez y Andrés Pastrana, quienes, aliados con algunos sectores de las fuerzas armadas, la ultraderecha en pleno, e incluso los sectores más radicales de las Iglesias católica, cristiana y evangélica, se encargaron de reproducir una indiscriminada cantidad de desinformación y mentiras que, como se evidenció en la votación, incidieron en la decisión que tomó la mayoría de colombianos que acudió a las urnas.
Si bien es cierto que fue absolutamente válido y legítimo que una parte importante de los electores estuviera inclinado a la opción del NO, la realidad es que esto en la mayoría de esos casos no fue producto de la lectura juiciosa y analítica del Acuerdo final, sino de la descarada estrategia que pusieron en marcha los personajes mencionados en el párrafo anterior, quienes en todo este tiempo se valieron de mentiras infames como: “le van a entregar el país a las FARC”, “a Colombia se va a meter el ‘Castrochavismo’”, “habrá una feria de impunidades”, “el acuerdo es una burla para las víctimas”, “el acuerdo nos va a imponer la ‘ideología de género’”, “se va a acabar la propiedad privada”, “las Fuerzas Armadas serán igualadas y humilladas al terrorismo”, entre otras barbaridades que no vale la pena mencionar.
Lo anterior se reforzó con la vieja costumbre de reproducir memes en las redes sociales y estimular esa triste tendencia que tienen los colombianos de creer y replicar cuanta mentira y estupidez circula, logrando con esto que el miedo, el rencor y el resentimiento crecieran como espuma, hasta lograr lo que se obtuvo en la votación del plebiscito.
Por otra parte, la mayoría de ciudadanos jamás entendió que el plebiscito nunca se trató de un pulso político entre el ex presidente Álvaro Uribe y el Presidente Juan Manuel Santos, pues quedó en evidencia que muchas personas votaron SÍ porque están en contra de Uribe y NO porque están en contra de Santos, haciendo una equivocada relación entre lo acordado en La Habana y la gestión de ambos políticos, dejando en segundo plano lo que ese acuerdo significa para el país. A pesar de esto, no se puede dejar a un lado que la votación también pudo haber reflejado el rechazo que muchas personas (por no decir todas) sienten hacia las FARC como grupo armado.
No obstante, también es importante decir que quienes promovieron el SÍ quizás fallaron en la forma como hicieron campaña y pedagogía por esta opción, a favor de la construcción de una paz estable y duradera. Incluso pudo ser que en algún momento cayeron en el juego polarizador de los opositores del Acuerdo final y terminaron siguiéndoles la corriente para obtener el resultado que ya todo el país y el mundo conocen. La misma izquierda es una evidencia de esto, pues a pesar de coincidir en el respaldo firme al SÍ, el discurso y las acciones no siguieron un mismo lenguaje, por lo que no se logró persuadir a la mayoría de ciudadanos indecisos para que votaran por el SÍ.
¿Qué viene ahora?
Lo primero que hay que decir es que el Acuerdo final tal como quedó y se firmó por parte del Presidente Santos y el Comandante de las FARC, Rodrigo Londoño, el pasado 26 de septiembre, no se puede implementar como consecuencia del rechazo expresado en las urnas.
Los opositores del Acuerdo han usado en las últimas semanas como argumento para invitar a votar por el NO la premisa de que si ganaba esta opción (como finalmente sucedió) se obligaba a renegociar lo firmado por Santos y Londoño. Sin embargo, esto ha sido descartado en varias oportunidades por el mismo Presidente y los equipos negociadores de ambas partes, por el simple hecho de que el documento es algo integral que no es posible fragmentar para que después de cuatro años se reabra una negociación que ya culminó, sólo para volver a discutir puntos como el de la Participación en política de los ex guerrilleros y lo correspondiente al Modelo de justicia transicional y la Jurisdicción Especial para la paz, mediante la cual se juzgará y se someterá a los ex combatientes responsables de delitos no indultables, no amnistiables o de lesa humanidad. Es decir, es algo absolutamente inviable, más después de rubricar las firmas definitivas en el Acuerdo final.
Tras lo ocurrido este 2 de octubre en Colombia, la incertidumbre es lo que reina en el país, tanto por los partidarios, como por los detractores del Acuerdo final. Hacia las 19:30 hs de este domingo, luego de conocer los resultados finales de la votación del plebiscito por parte de la Registraduría, el Presidente Santos realizó una breve alocución en la que reconoció los resultados y reiteró que, como es su obligación, sigue teniendo la facultad de buscar la paz para Colombia, más allá de lo ocurrido en las urnas.
Lo más destacado de la intervención del Presidente fue la reafirmación de que el Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, pactado entre las partes y que está vigente desde el pasado 29 de agosto, se mantendrá a pesar del triunfo del NO. Acto seguido, Santos anunció el regreso del equipo negociador del Gobierno nacional a La Habana, con el propósito de conversar con el equipo negociador de las FARC sobre lo que vendrá a partir de ahora, e informar lo que acontezca a partir de hoy, 3 de octubre, en el diálogo al que convocó a TODAS las fuerzas políticas vivas del país (incluido el Centro Democrático), con miras a decidir, en el marco del consenso, qué va a pasar con el Acuerdo final y de qué manera se construirá la paz que tanto anhela el pueblo colombiano.
Por otra parte, enviando un mensaje tranquilizador ante la zozobra y la incertidumbre que hay ahora entre los colombianos, Rodrigo Londoño también dio declaraciones a la cadena TeleSUR, manifestando que tanto él como el pleno de las FARC también seguirán en la búsqueda de la paz, sin armas y sin volver a las selvas, usando como única alternativa la palabra y el diálogo que se construye a partir de esta, disipando los temores de que esa guerra que por décadas ha azotado a Colombia se reactive.
Al respecto, un buen número de personas plantean la posibilidad de que se realice una nueva Asamblea Constituyente en Colombia (como lo querían las FARC en lugar del plebiscito para refrendar el Acuerdo final), con el propósito de validar ahora sí lo que se acordó en La Habana, dando la oportunidad para que esa oposición que se marginó de la construcción del Acuerdo final participe con el objetivo de encontrar el consenso que no se logró en las urnas. Para ello habrá que ver cuáles son las condiciones y en qué escenario se daría esa posibilidad, que de por sí resultaría viable y acertada si es una iniciativa ciudadana, tal como ocurrió a principios de los años noventa con el proceso que dio origen a la Constitución que hoy rige a los colombianos.
Aun así, lo más preocupante sigue siendo la triste indiferencia de la mayoría de colombianos y la asombrosa capacidad de otros tantos de tomar decisiones de este calibre basados en las inescrupulosas mentiras y la desinformación de algunos. Preocupa también la ignorancia que en muchos casos hay sobre el contexto histórico del conflicto armado y sus efectos, así como la gran insensibilidad y falta de solidaridad que aún existe entre muchos compatriotas hacia las víctimas de la violencia. Sin embargo, se puede decir que no todo está perdido y que, contrario a lo que se pensó en algún momento, lo logrado en La Habana no se va a tirar a la basura, porque, a pesar de la incertidumbre y lo incierto de lo que venga a partir de hoy, aún hay alternativas para lograr la paz estable y duradera que debió empezar a construirse con la aprobación del acuerdo final en las urnas.
Será muy difícil, mucho más que todo lo que se hizo hasta ahora, lograr una amplia convergencia en Colombia que por fin permita que cesen las hostilidades y las agresiones (no precisamente armadas), para que los colombianos puedan conocer de una vez por todas qué es eso de la paz estable y duradera que hasta ahora jamás han visto.
La lucha por la paz debe continuar y la esperanza de todo un pueblo no puede sucumbir ante el pesimismo y la incertidumbre.
¡Viva Colombia!
¡Viva la PAZ!