El técnico de Independiente Medellín no tuvo una destacada carrera como jugador, se formó en Estados Unidos y ahora aplica sus conocimientos en Colombia, donde, en apenas seis meses, ya está cerca de conseguir un título. Hoy (7:00 p.m., por Win) será el juego de ida de la final de la Liga ante Júnior, en el estadio Metropolitano de Barranquilla.
Para esa época (principio de los 80), por su carrera habían pasado dos tipos de entrenadores, uno inglés y el otro yugoslavo. Ambos le empezaron a abrir los ojos sobre las diferentes tácticas de jugar al fútbol. Y esas enseñanzas lo marcaron tanto que tan solo jugó dos años más y prefirió dedicarse a enseñar lo que había aprendido de sus maestros. Por eso, a partir de ahí, se dedicó a formarse como entrenador y lo hizo sin inconvenientes, gracias a que previamente invirtió en el boom de la construcción en California, lo que le dejó una solvencia económica necesaria para poderse costear su carrera y vivir tranquilo en esos momentos, en los que sería común sentir las angustias de las presiones económicas del día a día, en un país como ese.
No es un hombre que aprendió de una sola escuela. En su trabajo actual mezcla los conocimientos que le dejaron su técnico de la universidad y el brasileño Rildo Menezes. Posteriormente, siguió a la selección de Estados Unidos en el Mundial de 1994 y se hizo buen amigo del serbio Bora Milutinovic, entrenador de ese combinado. Dos años más tarde se convirtió en asistente técnico del alemán Lothar Osiander, en Los Ángeles Galaxy, el cual más adelante fue el primer equipo profesional que dirigió.
Sin embargo, lo dejó todo para irse a especializar en Holanda, con Leo Beenhakker. En 1999 agrupaba el conocimiento de cinco estilos diferentes del fútbol y todos los apropió de la mejor manera. Sin embargo, la base es brasileña: “Rildo siempre hizo hincapié en que el fútbol era un espectáculo para disfrutarlo, y no solamente jugándolo, sino también para que los espectadores se deleitaran. El trato del balón es fundamental para que esto suceda”.
Ese es el consejo que sigue al pie de la letra y, gracias a este, llegó a interpretar el deporte como una vivencia que tiene mucho que ver con el arte y con las disciplinas artísticas del espectáculo. “El fútbol es velocidad, fuerza, pero también es estética, fineza”, dice constantemente. Así logró una carrera llena de grandes resultados, que lo han hecho viajar por Estados Unidos, Moldavia, Hungría, Canadá y por los que regresó a tierras suramericanas: Ecuador y Colombia. En el país se dio a conocer en el Deportivo Pereira, con el que logró un récord de puntos en un semestre (43, en el 2012). No obstante, no le alcanzó para que el cuadro matecaña ascendiera a la primera división.
Por razones económicas dejó el equipo en el 2013 y fue hasta este 2018 cuando regresó a Colombia para dirigir al Independiente Medellín. “El presidente ya me conocía, porque tuve varios acercamientos con otros equipos durante años pasados, me hizo la llamada y en 48 horas llegamos a un acuerdo”, recuerda como si estuviera firmando el contrato. Al Medellín quiere imprimirle esa lección que le dejó Rildo Menezes, y aunque no ha sido fácil, de a poco, va dejando su rúbrica en el equipo antioqueño, con el que ha tenido que vivir horas de presión, sufrimiento, y ahora de alegría.
“¿Quién es ese Zambrano?”, se preguntaban la mayoría de los hinchas del Medellín, quienes no confiaban en él. Primero por ser un desconocido y segundo por su nacionalidad. Claro que esos argumentos no fueron más que motivos para que él trabajara con la intención de demostrar quién era. Su huella la ha dejado en cada uno de sus jugadores, quienes reconocen su capacidad como líder, motivador y un hombre de fútbol táctico. En cada momento de crisis, durante el semestre, fue el señalado, pero a largo plazo los resultados le han dado la razón. Ahora ha convencido a la mayoría, a una hinchada exigente que está con sed de triunfo y sueña con volver a dar una vuelta olímpica. “Todos los procesos futbolísticos tienen altibajos y eso es normal. Nosotros en el momento que tuvimos un bache futbolístico llevábamos dos meses en nuestra gestión deportiva. Sufrimos el éxodo de dos jugadores importantes para el equipo y sufrimos por esas ausencias. Tocó aprovechar a personas como Germán Cano, David González, Juan Fernando Caicedo, Yulián Anchico y Hernán Pertuz, que son jugadores con suficiente experiencia”. Su rompecabezas comienza a coger forma.
EL ESPECTADOR