A cinco años de su concreción, el tratado de libre comercio entre EEUU y Colombia lejos está de dar frutos para la nación sudamericana. Déficit en el intercambio, serios impactos ambientales e informalidad laboral han sido sus principales consecuencias en la economía colombiana, explicó a Sputnik el académico Mario Valencia.
«Si Colombia quiere incrementar sus niveles de desarrollo tiene que renegociar. No puede hacerlo con los mismos negociadores que firmaron ese acuerdo sino que indiscutiblemente tenemos que lograr poner en la mesa a profesionales que defiendan los intereses colombianos y no los de las transnacionales de EEUU»,
En 2012, el entonces presidente de EEUU, Barack Obama, y su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, anunciaban por lo alto la concreción del tratado de libre comercio (TLC) entre ambas naciones, al final de un tortuoso camino de negociaciones de más de seis años marcadas por promesas de mayor desarrollo económico desde la Casa de Nariño.
Santos llegó a definirlo como «el más importante» acuerdo en la historia del país y tildó la firma del documento como un «día histórico para los trabajadores colombianos». Sin embargo, a cinco años de entrada en vigor del tratado, los hechos demuestran todo lo contrario, dijo a Sputnik Mario Valencia, director del Centro de Estudios del Trabajo.
«Fue un pésimo negocio para Colombia. Entre otras cosas porque cualquier decisión que toma el Estado colombiano para favorecer, proteger o estimular la producción local es considerada en el tratado como un obstáculo injustificado al comercio que puede ser demandado ante tribunales arbitrales en los que el país no tiene posibilidad de ganar», remarcó el economista.
Los números hablan por sí solos: Colombia ha perdido 9.657 millones de dólares en los últimos cinco años. El superávit comercial de 8.224 millones de dólares que tuvo en 2012 fue revertido a un déficit de 1.414 millones de dólares en 2016. Asimismo, las exportaciones cayeron un 54,1% en el período.
En términos de bienes exportados desde la nación sudamericana a EEUU, no se ha modificado la matriz productiva: las ventas consisten en materias primas y recursos naturales, sin mayor valor agregado. Uno de los caballos de batalla del Gobierno para lograr un mayor apoyo dentro de fronteras era la promesa de que más sectores lograran enviar su producción a EEUU.
«Eso no se ha cumplido: en los cinco años de concreción del acuerdo se han logrado colocar solo 38 productos nuevos. Cuando uno mira cuánto suman esos productos son unas cifras ridículas e insignificantes que no sirven para nada al desarrollo del país», aseguró Valencia, profesor de la Universidad Central de Colombia.
El economista recordó que en 2011, el entonces vicepresidente Angelino Garzón viajó a Washington para «hacer lobby» y conseguir la aprobación del tratado en el Capitolio. En una entrevista con CNN, Garzón aseguró que «el principal beneficiario» de un tratado entre Colombia y EEUU iban a ser las empresas estadounidenses.
«Entonces los resultados que se están obteniendo en este momento del TLC no podían ser diferentes, porque la forma en la que se negoció y la intencionalidad estaban fríamente calculados para que se beneficiara exclusivamente a los negocios de EEUU y no a Colombia. Por eso las pérdidas son enormes», precisó Valencia.
El mercado de trabajo tampoco ha recogido los frutos que se vaticinaban en 2012: al día de hoy, el 80% de la fuerza laboral de Colombia tiene una formación básica o incluso menos, mientras que el 70% gana menos de 1,5 salarios mínimos, una cifra «insuficiente para satisfacer las necesidades básicas».
La mitad de los trabajadores del país están condenados a la informalidad. Todo esto combinado, según Valencia, provoca «un círculo vicioso» en el que quedan atrapados los más débiles.
«Un mercado laboral de poca capacitación, baja remuneración y mala calidad de empleo hace que no haya un mercado interno fuerte ni una dinámica de consumo que pueda beneficiar la producción nacional», aseguró el analista.
En términos de inversión los cambios no han sido significativos. Un 15,7% de la inversión extranjera en el país es estadounidense, mientras que antes del TLC era de 16,5%. Pero las inversiones provenientes de EEUU en el marco del tratado han sido principalmente «capitales golondrina», con un fuerte componente de especulación, que han generado «un impacto ambiental, social y laboral», al centrarse en «actividades primarias» y el extractivismo.
La realidad actual ha llevado a que «un grupo de ciudadanos, empresas, trabajadores y movimientos sociales colombianos» se unieran para insistir en la necesidad de renegociar los acuerdos. Sin embargo, la administración de Juan Manuel Santos «no tiene voluntad política» para hacerlo.
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