Las organizaciones internacionales están supuestas a servir a todos los países que lo necesiten y a beneficiarse de las experiencias y desarrollo de los que pueden aportarlas. Sin embargo, parece que esos principios lógicos y razonables no aplican a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cuando revisamos la lista de países que forman parte de la organización, nos encontramos con un número considerable de nombres que muy pocas personas conocen que existen y muchos menos que puedan localizarlos en un mapa. Pongo ejemplos: Kiribati, Nauru, Eswatini, Nauru, Niue, Tuvalu. Todos son pequeños estados que tienen todo su derecho a formar parte de la OMS aunque tienen muy poco que aportar en términos de ciencias de la medicina o de la biotecnología.
Sin embargo, Taiwán, un país que podría hacer grandes aportes a la OMS, tanto en materia financiera como médica, es marginado y, pongámosle el adjetivo correcto, discriminado, por la dirigencia de la organización. ¿Cómo es posible que a la 7ma economía de Asia y la 22da del mundo, se le niegue su entrada a la OMS?, ¿Cómo es posible que no le interese ni le importe a la OMS el aporte tan grande que puede hacer Taiwán que tiene el mejor sistema de cuidados de la salud del mundo según la revista especializada CEOWORLD y que, además, posee una exitosísima industria de equipos médicos que genera $4,660 millones de dólares al año?
Parece que a la dirigencia de la OMS tampoco le importa que Taiwán mantiene una valiosa colaboración, en el campo de la salud y la medicina, con un número importante de países del sureste de Asia. Casi 200,000 pacientes de esa área van anualmente a Taiwán para recibir atención médica especializada.
La experiencia y desarrollo de Taiwán en el área del manejo de las epidemias debía ser otro atributo de sumo interés para la OMS. El más respetado instituto de medicina del mundo, el Lancet Institute de Londres, ha elogiado a Taiwán señalando que “la forma tan bien organizada con que Taiwán manejó la pandemia (del coronavirus), rastreando por medios digitales y manuales extensivos los contactos que tuvieron las personas infectadas, significó que pudieran identificarlas y aislarlas rápidamente. Esa habilidad resultó en que tuvieran muy pocos casos de contagio interno”.
Taiwán solo ha tenido 550 casos y 7 fallecimientos.
La experiencia taiwanesa en el manejo y detección del dengue, otra enfermedad viral altamente contagiosa, ha sido de gran utilidad para países del sudeste asiático, como Indonesia, que tenía una gran incidencia de casos anualmente.
En su página oficial de presentación, la OMS dice que “nuestras decisiones son justas, transparentes y oportunas”. Dice también que ”nos comunicamos abiertamente con todos y aprendemos unos de otros”. Y, al final, dice: “trabajamos estrechamente con los que toman decisiones: los Ministros de Salud, las agencias gubernamentales y con otros departamentos de los gobiernos al nivel nacional. También lo hacemos con influencistas como organizaciones no gubernamentales e intergubernamentales, con la sociedad civil, la prensa y las asociaciones profesionales”. Pero, incomprensiblemente, la OMS no trabaja con ninguna de esas instancias de Taiwán.
La respuesta de por qué no lo hace está, clara y definitivamente, en la desproporcionada influencia que ejerce China Comunista sobre la dirigencia de la OMS y que desmiente uno de los postulados de la organización expresados en su página web: “Nuestras acciones y recomendaciones son independientes”.
Es significativo destacar que la última encuesta de opinión pública que realizó la OMS, en el 2015, buscando opiniones sobre su trabajo, la encuesta reveló que la confianza en la OMS para manejar o dirigir las respuestas ante amenazas a la salud pública mundial, era dudosa. Además, el 20% de los encuestados ponía en duda la independencia de la Organización.
La pandemia del coronavirus demostró que esas opiniones sobre la OMS, expresadas por los encuestados, estaban en lo cierto. La frustrante incapacidad que mostró la OMS para alertar a los países sobre la peligrosidad del virus y su alto grado de contagio, así como su falta de liderazgo para indicar las medidas de protección que debían implementarse, tuvieron consecuencias desastrosas para numerosos países, tanto en pérdidas de vidas, como en pérdidas económicas.
Además, la independencia de la organización quedó tan seriamente dañada que provocó la retirada de Estados Unidos de la OMS y, con ella, la pérdida de su principal fuente de financiamiento.
No hay ninguna justificación institucional para que la OMS se niegue a que Taiwán forme parte de la organización. El Director General tiene a su disposición una forma clara de demostrar que la OMS es real y verdaderamente independiente abriéndole las puertas de la institución a la República de Taiwán. Esa injusticia y discriminación debe terminar para beneficio de la humanidad y para despolitizar a la OMS.
Luis Zúñiga