«Somos protagonistas de una revolución sensible», dijo la periodista argentina Marta Dillon, al presentar en conferencia de prensa el Paro Internacional de Mujeres que se realizará el 8 de marzo. En Buenos Aires el paro comenzará a las 12 de la mañana con un «ruidazo» y luego habrá una marcha desde el Congreso hasta la emblemática Plaza de Mayo.
En la rueda de prensa la periodista, hija de desparecidos y activista por los derechos humanos, leyó un comunicado que comienza con una frase simbólica: «Este 8 de marzo la tierra tiembla». Argentina es seguramente el país de América Latina que más se ha destacado por la potencia de los movimientos de mujeres, que desde 1985 organizan el anual Encuentro Nacional de Mujeres que en las dos últimas ediciones, en Mar del Plata 2015 y Rosario 2016, congregaron entre 60 y 70 mil personas en cientos de talleres y debates.
Estamos ante un 8 de Marzo especial, por lo menos en la región sudamericana, donde las mujeres han protagonizado movilizaciones multitudinarias contra la violencia machista y los feminicidios. Una parte sustancial de los 200 mil muertos que se ha cobrado la «guerra contra las drogas» en México, son mujeres jóvenes pobres que trabajan en maquilas. Algo similar sucede en Guatemala y en la mayoría de los países centroamericanos.
La potencia del feminismo actual no se basa sólo en las masivas movilizaciones, sino que muestra una fuerza discursiva que han perdido otros movimientos sociales. Y una gran capacidad de análisis de la situación internacional. «Tejemos un nuevo internacionalismo», dice el comunicado de las mujeres. Y agrega: «Vemos que frente al giro neo-conservador, en la región y el mundo, el movimiento de mujeres emerge como potencia de alternativa».
La escritora y activista ítalo-estadounidense Silvia Federici, explica este nuevo activismo y las movilizaciones que se registran estos días en Estados Unidos: «Esta es una crisis de trabajo, una crisis de falta de tiempo para sí mismas, una crisis de la relación con los otros, es el no tener recursos, no tener tiempo ni acceso a los servicios más fundamentales».
Pero destaca también que el movimiento debe crecer en su comprensión estratégica del mundo actual y no olvidar nunca el internacionalismo: «Creo que hoy las mujeres debemos estar más presentes en las luchas contra la guerra. En estas manifestaciones en Estados Unidos no se le ha dado suficiente atención a la problemática de la guerra. Existe una relación fuerte entre la guerra permanente y la militarización de la vida aquí, por eso es importante esta temática. ¿De qué internacionalismo hablamos si no?».
En Uruguay saltó al ruedo nada menos que el ex presidente Julio María Sanguinetti, uno de los referentes regionales del conservadurismo político e ideológico. En un artículo titulado «La cultura machista», Sanguinetti apoya la causa de las mujeres aunque critica la inclusión del feminicidio en el Código Penal, porque en su opinión ya existe como figura agravante el asesinato de miembros de la familia, en especial mujeres e hijos.
Mucho más allá de sus cuestionables opiniones, lo más destacable es el hecho que un político como Sanguinetti haya salido a hablar del tema. Es un síntoma del vuelo que adquirió el debate sobre los derechos de las mujeres en la sociedad. Por lo pronto, en Uruguay y Argentina las centrales sindicales y sindicatos convocan un paro el 8 de Marzo como forma de manifestar su apoyo a las mujeres, actitud que refleja la expansión que están teniendo las demandas de los movimientos.
Quizá el hecho más notable de este 8 de Marzo es que evidencia que las demandas y las voces de las mujeres han desbordado los marcos de los sectores organizados y se han hecho carne en amplios estratos de las sociedades, tanto entre las clases medias profesionales como entre los sectores populares, los más afectados por la violencia machista. Hay varias razones que explican este cambio: desde la ampliación del casco militante, la maduración de una nueva cultura y una más sólida conciencia ciudadana de los derechos. En este último aspecto, lo realizado por los gobiernos progresistas en relación a las mujeres ha contribuido a amplificar las viejas demandas del movimiento feminista.
Pero hay un hecho adicional que parece decisivo y que puede ser el trasfondo de la masividad adquirida por la cuestión femenina. El capitalismo en la etapa actual, de hegemonía del capital financiero, está mostrando su peor faceta: militarista, destructiva del medio ambiente y de las personas.
Este es el capitalismo realmente existente en América Latina, que está tratando los cuerpos de las mujeres con la misma ferocidad destructiva con la que ensaña con la naturaleza.
Sputnik