No se declaró un ganador antes de la medianoche del martes, pero incluso los aliados del expresidente parecían sorprendidos por las señales de su fuerza.
Simpatizantes de la vicepresidenta Kamala Harris esperaron en su acto de la noche electoral en la Universidad Howard de Washington mientras llegaban los resultados.Credit…Maansi Srivastava para The New York Times
Las primeras señales llegaron en los suburbios.
Aún no eran las 9:00 p. m. y los votantes de los principales estados en disputa seguían en las urnas. Incluso había una banda de música animando a los votantes en un centro de votación de Bethlehem, Pensilvania, que estaba repleto de partidarios de la vicepresidenta Kamala Harris.
Pero en el condado de Loudon, Virginia, el mismo tipo de suburbio acomodado y altamente educado que Harris esperaba que la llevara a derrotar al expresidente Donald Trump, los primeros resultados contenían una advertencia para los demócratas: Harris no estaba ganando lo suficiente.
Durante semanas, se había dicho a los estadounidenses que la contienda presidencial estaba muy reñida, que Trump y Harris estaban empatados en todos los estados disputados y que podrían pasar días hasta que se aclarara la situación y se proclamara un ganador. Pero en las horas posteriores al cierre de las urnas y el comienzo del recuento, el impulso comenzó a cambiar de forma constante a favor de Trump, lo que llevó al país a reconocer o celebrar el hecho de que la nación podría estar a punto de hacer esto de nuevo.
Trump había perdido su intento de reelección cuatro años atrás frente a Joseph Biden Jr., tras ser rechazado por los votantes en plena pandemia Los líderes de su partido se volvieron contra él —brevemente— después de que sus esfuerzos por anular ese resultado culminaron en un ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Sin embargo, a medida que se iban conociendo los resultados el martes, incluso los aliados de Trump parecían sorprendidos por los signos de su fuerza, y por la improbable remontada política que parecían presagiar.
Poco antes de las 10:30 p. m., el presentador de Fox News Bret Baier estaba listo para proclamar que Trump era “probablemente la mayor ave fénix en la política que ha resurgido de sus cenizas en la historia de la política”.
Era demasiado pronto para declarar que la victoria de Trump era segura. No fue hasta las 11:20 p. m. cuando The Associated Press dijo que Trump había ganado su primer estado disputado, Carolina del Norte. A las 12:48 a. m., The New York Times también daba Georgia a Trump. Los llamados estados del Muro Azul parecían la última oportunidad de Harris, pero a la 1:00 a. m., Trump llevaba ventaja en todos ellos.
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Para los republicanos, hubo más buenas noticias. Parecían haber ganado el Senado, al conseguir un escaño disponible en Virginia Occidental y eliminar al menos a un demócrata de un estado rojo, el senador por Ohio Sherrod Brown.
A medida que avanzaba la noche, un partido que había hecho una apuesta arriesgada por Trump, poniendo todas sus fichas en un candidato que había perdido las elecciones de 2020, y que solo parecía irse volviendo políticamente más extremista con el tiempo, pudo ver cómo llegaba la recompensa.
Trump, señaló el presentador de Fox News Jesse Watters, “tendría un mandato”.
En Florida, la fiesta de la noche electoral de Trump en el centro de convenciones de Palm Beach ya estaba adquiriendo la atmósfera de uno de sus mítines de campaña, mientras simpatizantes ataviados con lentejuelas y sombreros MAGA exclamaban con alegría por los resultados favorables y rompían en cánticos de “¡Lucha, lucha, lucha!”.
Y en la Universidad Howard de Washington, D. C., alma mater históricamente negra de Harris, donde miles de sus partidarios se habían congregado para su evento, una multitud que comenzó la noche animando y bailando se quedó en un inquieto silencio cuando Carolina del Norte fue declarada a favor de Trump.
“No tendrán noticias de la vicepresidenta esta noche”, dijo uno de los presidentes de su campaña, Cedric Richmond, a la escasa multitud a eso de las 12:45 a. m., en un discurso sombrío que duró menos de un minuto y medio. “Pero mañana tendrán noticias suyas”.
Solo hacía unos días que el propio Trump parecía más sombrío. Su campaña fue reprendida la semana pasada por miembros de su propio partido por un chiste en el que un comediante describió a Puerto Rico como una “isla flotante de basura” durante un mitin celebrado en el Madison Square Garden. Durante su último fin de semana de campaña, su voz sonaba ronca y lánguida, y pasó gran parte de su tiempo en el estrado inventando teorías infundadas que explicarían una derrota, incluyendo el fraude electoral o máquinas que, dijo, serían capaces de cambiar los votos de la gente.
El equipo de Trump instó a sus seguidores a conseguir más votos hasta bien entrada la noche, y parecían conocer a su público.
“Si conoces a algún hombre que no haya votado, llévalo a las urnas”, publicó Stephen Miller, exasesor de Trump, en X a las 5:58 p. m.
Seis minutos más tarde, publicó una vez más: “Lleva a todos tus conocidos a las urnas”.
Pero, a medida que avanzaba la noche, los demócratas se enfrentaban a la posibilidad de que un expresidente al que ya habían derrotado —y que llegó a ser imputado penalmente cuatro veces y condenado una vez— pudiera muy bien estar de regreso. Durante meses, habían advertido de que era una amenaza para la democracia, alguien que gobernaría como un “fascista”. Habían centrado la contienda, contra un hombre que nombró a tres de los jueces de la Corte Suprema que anularon el caso Roe contra Wade, como una batalla fundamental por las libertades de las mujeres.
Y no parece que haya funcionado.
En Phoenix, Emilio Avila Solis, demócrata de 24 años, dijo que una noche viendo los resultados electorales en un bar se había convertido en una noche de gente “arrancándose el cabello”. En Madison, Wisconsin, Jasmine Shoates, de 19 años, se preguntaba sobre el hecho de que un “criminal y extremista” estuviera a punto de conseguir un segundo mandato.
Y en Omaha, Alesia Montgomery, de 68 años, y Karen Wright Frazier, de 65, estaban comiendo papas fritas y carne para calmar la ansiedad en una fiesta de los demócratas de Nebraska y se preguntaban dónde habían salido mal las cosas.
“Hay muchos hombres que no pueden ver a una mujer en un puesto de liderazgo”, dijo Frazier.
Algunos demócratas empezaron a sentir temores mayores. Otra demócrata de Omaha empezó a llorar al preguntarse qué haría un Trump “sin restricciones” en un segundo mandato.
“Los grandes imperios se levantan y caen”, dijo la mujer, que dio su nombre, y luego pidió que no se utilizara, por temor a que pudiera ser objeto de ataques por hablar en contra del hombre que podría ser el próximo presidente. “Si vuelve a ganar, creo que los mejores días de Estados Unidos han quedado atrás”.
A las 2:30 a. m., el recuento seguía en marcha. The Associated Press aún no había dado el resultado. Pero Trump apareció en el escenario de Palm Beach para declarar la victoria de todos modos.q
“Miren lo que pasó”, dijo Trump. “¿Es una locura?”.
Dionne Searcey, Julie Bosman y Kellen Browning colaboraron con reportería.
Jess Bidgood es la corresponsal a cargo de On Politics, un boletín sobre las elecciones de 2024 y otros temas.
The New York Times