- Educando tontos
- La eclosión de las redes sociales, la intervención de fuentes interesadas y la aparición de fenómenos como el cambio climático y el coronavirus han facilitado un crecimiento de los seguidores de la sinrazón y el delirio
- El boom conspiranoico empieza a amplificarse en la vida política en EEUU a través del movimiento QAnon, que ha superado todos los límites existentes.
La pandemia provocada por el coronavirus se ha convertido en un vergel donde cultivar cualquier estrafalaria revelación.
Afirma Harari que “jamás debemos subestimar la estupidez humana”. Hay dos convenciones frente al poder de la estulticia que deberíamos dejar de lado. Por un lado, que se trata de un sector que en realidad es muy poco numeroso. En segundo lugar, que su poder de influencia directa no es determinante.
Sería un error pensar así. Un descerebrado con solo apretar un botón o accionar un instrumento ya ha cambiado la historia en más de una ocasión. El problema es que el hábitat donde el disparate mental crece con mayor vigor parece estar potenciándose y extendiéndose en los últimos años.
Hasta hace unos meses, el debate mundial en torno al cambio climático sirvió de plataforma de exposición de negacionistas de todo tipo, entre ellos algunos de los principales dirigentes mundiales como Donald Trump. Los movimientos populistas de todo signo también han abierto amplio espacio para la difusión de diferentes teorías abracadabrantes que pretendían alertar al mundo de oscuros males que nos acechaban. Estas últimas semanas, la pandemia provocada por el coronavirus se ha convertido en un vergel donde cultivar cualquier estrafalaria revelación.
Un colectivo muy heterogéneo
El fenómeno de los conspiranoicos vive un período de gran eclosión propiciado por diferentes factores imposibles de desenmarañar. Hace unas semanas vimos una exótica congregación de fieles negacionistas del covid-19 que reunió en Madrid a alrededor de 3.000 seguidores. En Berlín, este fin de semana se reunieron casi 30.000 personas atendiendo un llamamiento similar. Llama la atención la heterogeneidad de los militantes de esta causa.
Podemos encontrar a fascistas marchando junto a hippies trasnochados; a seguidores de las medicinas alternativas junto a fieles de iglesias semidesconocidas; a jóvenes desorientados junto a veteranos caídos en el abismo de la sinrazón. Se pueden unir profundos ignorantes con artistas consolidados, líderes de opinión o conocidos estafadores profesionales.