Presidente del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), Washington Abdala. A usted le combinan esos dos nombres, varias corrientes humanas del planeta.
Secretario General de los Estados Americanos (OEA), Luis Eduardo Almagro.
Secretario Adjunto de la Organización de Estados Americanos, Néstor Méndez.
Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Colombia, Álvaro Leyva Durán.
Embajadoras y embajadores permanentes ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
Funcionarios del Gobierno Nacional de Colombia, aquí presentes.
Medios de comunicación colombianos e internacionales.
Un saludo a todas las personas que nos acompañan en el día de hoy.
A nuestro Embajador ante los Estados Unidos de América, Luis Gilberto Murillo.
Al Embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y compañeros ambos, Luis Ernesto Vargas.
Al Presidente del Congreso de la República de Colombia, Roy Leonardo Barreras.
Presidente de la cámara de Representantes, David Racero.
Jefe de Despacho Presidencial, Laura Camila Sarabia, que es la persona, de las más jóvenes aquí, de las que más liderazgo tiene en mi país, en el Gabinete.
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Bien, aquí ayer examinando redes sociales, que ahora toca casi que, a diario, apareció una noticia de la Agencia Internacional de Energía, que es la principal organización de energías del mundo hoy por hoy, que estipulaba cómo América Latina se había convertido en un espacio profundamente estratégico para la transformación del mundo hacía la economía descarbonizada y las energías limpias.
Lo miraba desde una óptica, los minerales que hay en América Latina. Una óptica un tanto tradicional, casi que desde hace más de cinco siglos se nos mira solo, solo por los minerales. Antaño, los que generaban la riqueza o se creía que era la generación de la riqueza, el oro, la plata.
Contemporáneamente por los fósiles, que son precisamente los que, en uso a través de la acumulación del capital de la ganancia, que es el motor de la economía contemporánea, pues están a punto de extinguir la humanidad, el petróleo, el carbón el gas,
Y ahora, precisamente por los minerales que se necesitan, incluso más que antes, para construir la transición energética, el camino de las energías limpias. El cobre, el litio, etcétera.
Aquí están los países que tienen la mayor producción mundial y el mayor porcentaje de extracción de estos minerales, como el cobre, como el litio y otros, doce en total.
Es decir que, de nuevo, como en una tercera fase, como en un ciclo permanente y ascendente, otra vez América Latina tiene los minerales que necesita el mundo.
Desde esa perspectiva, indudablemente somos estratégicos si nos juntásemos los países del litio, los países del cobre, los países del zinc, los países del níquel que son parte de estos minerales absolutamente necesarios hoy.
Y si nos juntáramos sentiríamos lo que significa el poder en una geopolítica que está variando en todo el planeta. No solamente deberíamos mirarnos desde la perspectiva de los minerales, como siempre nos han mirado y siempre nos hemos mirado nosotros. La extracción como el eje central de una actividad económica, que poco de conocimiento tiene, que poco de trabajo genera, que en el fondo nos deja vulnerables como hasta ahora ha sido, pero que en el fondo nos deja vulnerables, como hasta ahora hemos sido.
Pero que, si le juntáramos, si le articuláramos otro hecho fundaméntale en los tiempos que corren. Y es que no solamente tenemos los minerales que se necesitan para la transición energética, el camino de las energías limpias, el cobre, el litio, etcétera. Aquí están los países que tienen la mayor producción mundial y el mayor porcentaje de extracción de estos minerales, como el cobre, como el litio y otros, doce en total.
Es decir que, de nuevo, como en una tercera fase, como en un ciclo permanente y ascendente, otra vez América Latina tiene los minerales que necesita el mundo.
Desde esa perspectiva, indudablemente, somos estratégicos si nos juntásemos los países del litio, los países del cobre, los países del zinc, los países del níquel, que son parte de estos minerales absolutamente necesarios hoy.
Y si nos juntáramos sentiríamos lo que significa el poder en una geopolítica que está variando en todo el planeta. No solamente deberíamos mirarnos desde la perspectiva de los minerales —como siempre se nos ha mirado y nos hemos mirado nosotros— la extracción como el eje central de una actividad económica que poco de conocimiento tiene; que poco de trabajo genera; que en el fondo nos deja vulnerables como hasta ahora hemos sido, pero que si le juntáramos, si le articuláramos otro hecho fundamental en los tiempos que corren, es que no solamente tenemos los minerales que se necesitan para la transición energética, sino que tenemos las mismas energías que el planeta permite que sean utilizables de manera renovada para hacer energías limpias: tenemos el agua, el sol, el viento.
Eso Los indígenas lo habían descubierto hacía tiempos. El agua, el sol y el viento hoy son las fuentes fundamentales para la generación de las energías limpias que son absolutamente imprescindibles si queremos que la vida siga en el planeta en las próximas décadas, porque ya no se puede decir siglos.
Los puntos de inflexión están a punto, disculpen la redundancia, de ser sobrepasados, los puntos de inflexión que no permiten la vida en este planeta, incluida la de la especie humana. Y aquí en América Latina, estas dos alas con que podemos volar los minerales y las fuentes energéticas las tenemos, y en demasía.
Las usamos o no. Nos quedamos en la vieja economía extractivista, en el capital fósil, añorando un desarrollo que ya no vendrá por ese camino, o nos ponemos en el nuevo terreno de lo que significan las economías descarbonizadas, las nuevas relaciones de producción, la nueva sociedad, el nuevo poder en el mundo.
¿Cuál es el papel de América Latina en ese nuevo poder? Es un planteamiento que vengo discutiendo, hablando en todos los escenarios donde nos encontramos, el Foro Iberoamericano, la CELAC, la COP, el evento rutinario de las Naciones Unidas y que ahora hoy les dejo para su reflexión y su debate.
Claro que no solo de economía podemos hablar, no solo de las nuevas posibilidades, que escuelas de pensamiento económico latinoamericano, como la vieja CEPAL, hoy deberíamos reconstruir, o potenciar o crear, porque esta es la época de América Latina si lo queremos. Es en la economía descarbonizada donde América Latina puede ser; es en la vida donde América Latina puede ser. No por nada le pusimos como consigna al Gobierno y a la campaña electoral que me llevó a este Gobierno, el que podemos ser potencia mundial de la vida, es por esto y no lo podemos hacer solos.
Tampoco lo podemos hacer desde autoritarismos, desde dictaduras. La OEA es parte de un esfuerzo, quizás, muy parcial; quizás con muchos límites de la construcción de un proyecto democrático en América.
No solo en su origen, quizás por los años 70, a principios, los liberales, la mayoría hombres en general de esa época, el machismo pululaba y aún lo hace; construyeron un acuerdo, un pacto americano en el sentido que nosotros le damos a la palabra americano; un pacto de las Américas, un pacto que yo denomino democrático, año 68, 69, 70, en el 72 se ratificó en Colombia la Carta Democrática, una Carta que, si se lee, y recomiendo leerla permanentemente, es básicamente una carta liberal, una carta de derechos individuales, que era lo que se consideraba como prioritario en aquel entonces, creían en aquel entonces, que así se le respondía a la revolución socialista cubana.
Paradoja de la historia, se construye aquella Carta que hoy es la base del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, al cual, fuera de mi pueblo, debo mi presidencia, porque alguien se sentó aquí a nombre de mi país.
Debo mi Presidencia porque alguien se sentó aquí no nombre de mi país, unos años después que me quitó como funcionario administrativo, no judicial, mis derechos políticos casi que de por vida. Un fascista.
Y destruyó incluso, la posibilidad del recambio político de Colombia. No lo pudo hacer por una decisión, un fallo, una sentencia que decía: ningún funcionario administrativo solo uno que sea juez penal puede, y a través de la sentencia quitarle los derechos políticos a algún ciudadano o alguna ciudadana de las Américas.
Eso precisamente decía el Pacto Democrático, la Carta.
Lo que todos los Estados aquí presentes ratificamos en años diferentes, y que hace parte en el caso colombiano de nuestra Constitución y la de muchos de ustedes. La Carta Constitutiva de un proyecto democrático para Colombia, para Perú, para Venezuela, para el Uruguay, para cualquiera de nuestros países, el Proyecto Democrático para las Américas.
¿Qué le pasó a esa Carta? ¿Qué le pasó a ese esfuerzo liberal, en el sentido más amplio de la palabra?
A ese esfuerzo de todos los países de nuestro Continente por encontrar una senda democrática en nuestro desarrollo.
No pasaron casi dos años, tres, y fue ensangrentada, fue en Chile ensangrentada la Carta. Fue silenciada, dejó literalmente, de existir en la historia latinoamericana.
Dos caminos se abrieron casi que de inmediato, que no fueron los de los derechos liberales, que no fue exactamente el proyecto democrático el camino que se asumió en el Cono Sur de las dictaduras militares. El camino de la tortura, de la desaparición, de la destrucción, del aniquilamiento del ser humano de la posibilidad pública. El camino que destruyó y cerró de un portazo con tanques, con cañonazos y con bombardeos, con cárceles y barrotes y con sangre y con torturas, el proyecto democrático que se creían los liberales se podía impulsar en todas las Américas.
Y por el otro lado respondimos también –y yo, personalmente– con la insurgencia armada, con las guerras revolucionarias, con las revoluciones: Nicaragua, El Salvador, Colombia, Honduras, y otros países.
Nos abrimos a 30 años que, yo diría, de soledad. Treinta años de soledad que dejaron millones de exiliados en Europa, en Estados Unidos, en los rincones de la tierra.
Treinta años de soledad que nos separaron como pueblos hermanos, que nos dejaron heridas y cicatrices que aún incluso, por lo menos en Colombia, no se borran. Que nos llevaron a las armas y a la violencia desde el Estado o contra el Estado; que nos llevaron a sociedades del miedo, del pánico, del terror, de lo que pasaría a las cuatro o cinco de la mañana, si se oía un camión en la puerta.
Que nos llevaron a pensar que la democracia era una simple ilusión. Que ese proyecto y esa Carta que la mayoría de los latinoamericanos no leímos sino hasta ahora no existía; que no había una posibilidad democrática para la América Latina, que nuestro destino era confrontarnos incluso, con las armas, como se enfrentar hoy muchos pueblos en otras partes del mundo.
Y pasaron esos 30 años de soledad y apareció una primavera como siempre, después de las tormentas: flores aquí, flores allá, decisiones populares, equivocaciones, búsquedas, la libertad renaciendo entre las grietas: la libertad y la democracia.
Una democracia que no es la misma a la europea, que no es exactamente la misma norteamericana, que no es propiamente occidental, porque estamos cruzados por las culturas y los vientos de la diversidad de la humanidad del mundo.
Porque somos eso: una riqueza diversa, donde se nos cruzan entre los apellidos, Presidente, y, sobre todo entre la sangre, los diversos rincones del planeta en este rincón, también, del planeta que llamamos las américas.
Y así fue, porque siendo el mundo de hoy para nosotros, después de dictaduras y después de guerras, construyéndose a través de la palabra paz, de la palabra justicia social y de la palabra democracia.
Y la cartica de los años 70 revivió y nosotros ahora en los cargos que tenemos desde nuestros pueblos podemos o volverla a romper o fortalecerla. La Carta Democrática, la de los derechos individuales liberales, que habla de libre expresión y que habla del voto secreto, que habla de los derechos políticos, pero también la podemos enriquecer y se los propongo.
Este mundo de hoy no es exclusivamente de derechos liberales, el esfuerzo constitucional colombiano y muchísimos otros latinoamericanos buscan la ampliación de los derechos más allá del límite del individuo sin desconocerlos. No niega el liberalismo, lo recoge, lo enriquece y lo proyecta hacia otras esferas de la sociedad.
Ahora hablamos del derecho a la mujer, del derecho a la igualdad de la mujer, de las mujeres en plural. La igualdad de género. En ese entonces no se hablaba al respecto, no está en la Carta Democrática.
En estos momentos hablamos de los derechos de la naturaleza, porque nos hemos dado cuenta que, como decían los indígenas ancestrales, si no hay un equilibrio con la naturaleza dejamos de existir. Por tanto, esa naturaleza a lo otro, a los otros, la otra vida tiene derechos que han sido consignados aquí y allá y en algunos fallos empiezan a aparecer, el derecho del río, el derecho del animal, el derecho de la vida sin el cual la especie humana no puede existir.
La crisis climática hoy nos demanda que podamos entregarle derechos a la naturaleza, ¿dónde están en nuestra Carta Democrática?
Los derechos sociales, los derechos del pueblo trabajador, los derechos de los indígenas y las indígenas a tener su cultura, su autonomía, su propia libertad ancestral para hacer en este mundo contemporáneo ¿dónde están en la Carta Democrática esos derechos?
Cuántas sesiones se han realizado para rehacer la Carta Democrática no para limitarla más, porque, en mi opinión, el proyecto de la democracia en las américas no es para recortar la Carta de los años 70, es para ampliarla hacia los derechos contemporáneos que algunos técnicos hoy llaman de cuarta generación, hacia una democracia más viva, más rica que nos e encuentra ya en la Europa Occidental o en los Estados Unidos del norte, que es una lucha de toda la humanidad por traerla como una democracia muchísimo más profunda que la antigua democracia representativa y liberal, sin negarla.
América Latina puede ser el vocero mundial de ese nuevo proyecto democrático, indudablemente revolucionario cuando hoy nos quieren inundar los tiempos de la extinción de la humanidad en años de guerra, en años de sangre, en años de pobreza, en años de hambre, en años de enfermedad, en años de crisis, como decían en Davos (Suiza) la policrisis que es la crisis de la existencia de la civilización humana cuando empieza a percibir que los tiempos de la extinción están a la vuelta de la esquina si caminamos a ciegas hacia allá.
Yo les propongo rehacer la Carta Democrática y en el camino de rehacer la Carta Democrática arreglar nuestras cuentas.
Indudablemente no solo yo fui víctima de una ruptura de esa Carta, cuando se me quitaron mis derechos políticos, que recuperé gracias a una sentencia, por eso creo en ese sistema, entre otras cosas.
Ha sido miles, y miles de latinoamericanos y latinoamericanas, y la crítica no es hacia un lado, sin mirar a otro lado, u organizándonos y destruyendo el mismo contenido de lo que significa un pacto democrático.
Claro que, si me interesa, y lo estoy luchando, que Venezuela reingrese al sistema interamericano de derechos humanos, claro que hemos conversado con Cuba, que nunca estuvo, que construyó incluso contra los proyectos que se construían en la sociedad cubana.
Pero no miramos Perú, entonces, no hay allí un presidente preso sin sentencia judicial, sin sus derechos políticos. Es decir, en contravía de la carta democrática.
Nuestro sistema jurídico, no solo los nuestros, los de allí, los de los vecinos, aún no están recortados de tal manera, o construidos de tal manera que contradicen la carta democrática, que se pueden echar presidentes electos porque sí., porque no tienen la mayoría en el Congreso, cuando son electos por el pueblo.
Dice la carta democrática que solo una sentencia judicial, de juez penal quita derechos políticos. Entonces porque le están quitando derechos políticos al pueblo, sino hay sentencia judicial, no lo vemos, no lo vimos en Honduras, no lo vimos en el Paraguay, no lo vimos en Brasil, no lo estamos viendo ahora en Perú, no podría suceder ahora en Colombia o en otro país de los cualquiera aquí presente.
No estamos vulnerando el pacto democrático de las Américas. En lugar de ir hacia una carta más amplia de derecho, de profundización de la democracia, hacia un proyecto democrático que haga de América Latina el gran faro mundial de la razón y de la libertad. No estamos yendo es hacia atrás, hacia retraernos en la historia para que de nuevo los tanques disparen, y las cárceles se llenen, y las gentes humildes caigan ensangrentadas en las calles, simplemente por pedir el derecho a existir, y el derecho a tener derechos.
Yo invito a reflexión, yo invito a que nos confrontemos aquí, invito a que nos rencontremos aquí en el camino democrático.
Porque si nos juntamos, si juntamos y articulamos las posibilidades económicas de la nueva economía que es absolutamente imprescindible construir, en el corto plazo, la economía descarbonizada, cantante hacia la vida, usadora intensamente de las energías limpias y renovables, y de lo que América latina podría ser.
Que al juntar naturaleza, minerales, vientos, sol y agua podrían encontrar el camino de su propia industrialización, y por tanto de su propia prosperidad.
Si eso es así desde el terreno económico, cómo seríamos si nos articuláramos a un profundo proyecto democrático, del que tenemos en la realidad unos primeros peldaños saldados, como el que se expresa en la vieja carta democrática liberal, si la profundizáramos, si la democracia fuera el proyecto profundo del América latina.
Juntar eso del mundo político, con ese mundo económico que se abre, yo creo que nos abre el gran sendero del que hablaba Allende, entre otras cosas, el gran sendero de las transformaciones, el gran sendero del nuevo papel que las culturas, que como sangres cósmicas podríamos decir, como decía Vasconcelos se juntan en este rincón del planeta podría ser el sendero. precisamente para demostrar que es posible que es real. ser una potencia mundial de la vida.
Gracias.
Muy amables por haberme escuchado.
_(Fin)_