Traje un texto preescrito. Pero le doy las gracias, su majestad, a todos y a todas las invitadas a esta cena.
Es un encuentro entre América Latina y Europa. Y Concretamente, Colombia y España. Creo que es un buen link, como dicen ahora, para establecer, en mi opinión, un cambio de paradigma.
Fases hemos pasado, a través de los siglos. Unos mejores, otros no tanto, pero hay que examinar la fase actual.
En donde es que los pueblos latinoamericanos en su intensa diversidad –al final, casi toda la sangre del mundo corre por nuestras venas–, por la historia misma, se puede encontrar con la Europa de hoy –que también es una Europa diversa, no es la misma de hace cinco siglos, ha cambiado, ha variado, en mi opinión, para bien, no sé si todos piensan lo mismo–, porque son dos diversidades que se encuentran.
En el fondo, es el mundo el que se encuentra. No solo un mundo de sangre, sino un mundo de ideas en donde tienen que surgir las nuevas visiones de la política.
Al final, La política solo responde a la realidad de los pueblos, si es una buena política.
Si es una mala política se queda como un gueto, anclada, no le sirve a nadie, termina como una especie de piedra, de ancla que no deja que el pensamiento humano fluya y que no deja que las sociedades, también, fluyan.
Sobre todo, para resolver problemas que se vuelven fundamentales, que se vuelven estratégicos, que su solución, prácticamente, se lleva por delante, para bien, las posibilidades de la vida. O para mal, si no las logra, la destrucción de la vida misma en el planeta y de nuestra propia vida.
Hoy estamos en un momento así. Aquí hay empresarios de uno y otro país. Creo que buena parte de los presentes provienen del mundo empresarial.
El mundo empresarial hoy necesita de nuevas ideas, indudablemente. El paradigma que había en los últimos años alrededor de la libertad fue parte de mi discurso en el Parlamento.
Pensaba que la libertad era, simplemente, poder comprar lo que se quisiera y poder consumir y vender lo que se quisiera.
Quienes no pensábamos así, pues éramos, un poco, arrinconados. Dinosaurios, nos decían.
Pero hoy, hoy, la existencia humana implica que no se puede producir todo lo que se quiera, vender todo lo que se quiera ni consumir todo lo que se quiera.
Sí se hiciese eso, perecemos. Así de simple. Dejamos de existir como especie, no como individuos.
Unas circunstancias que, creo yo, la humanidad nunca ha vivido. No sabemos que son las mentalidades, la cultura, los sentimientos en tiempos donde está en peligro toda la existencia.
No tenemos un antecedente de que puede producir en nuestras mentes, en las ideas, en la política estas circunstancias de inmenso peligro que la ciencia nos anuncia.
A veces pienso que nos podría traernos un nuevo 1933 europeo, alemán. A veces pienso que los días de la democracia como un proyecto –ideas diferentes tenemos de la democracia–, en el surgir de las ideas democráticas que ponen lo colectivo, la decisión hecha de colectivos no de individuos, las posibilidades de que no haya un autoritarismo, de que la libertad sea posible, estén contados esos días.
Tendríamos que ver si las nuevas realidades del mundo y la existencia admiten la posibilidad de la libertad, de la paz, de las ideas libres.
Veámoslos un poco, si la libertad ya no puede ser consumir cualquier cosa, como los teóricos economistas nos decían en las últimas décadas, entonces, ¿en qué puede consistir la libertad?
Y tendríamos que mirar ciertas ideas europeas, porque de ellas nosotros aprendimos. Deben existir otras ideas en otras partes del mundo que deberíamos descubrir para nosotros.
Pero un filósofo aquí, cercano (Georg Wilhelm Friedrich) Hegel (filósofo y teólogo del Idealismo alemán) dijo
—La libertad es la superación de la de la necesidad.
Necesidades fundamentales, humanas, básicas. No cualquier tipo de necesidad. Y si libertad es superar necesidades, ¿qué pasa con los pueblos en desigualdad? ¿Qué pasa con el mundo en desigualdad?
Unos son libres, otros no pueden. No es posible que nazca la libertad como concepto si estas son sus verdaderas bases, superar la necesidad.
Si estas son sus verdaderas bases –algunos franceses lo descubrieron primero que nosotros, nos influenciaron con sus ideas, nosotros la traducíamos con el diccionario a la luz de las velas, los muchachos y muchachas de hace dos siglos, que se hicieron matar por ello–, esas ideas implicarían la igualdad.
Libertad de igualdad parecería que son sinónimos, y no se podría alcanzar la igualdad y la libertad sin ser solidarios, sin ayudarnos unos y otros.
No es posible un proceso puramente individual –un tanto como hacen los santos hindúes–, la creencia que solos, solo reflexionando, solo mentalmente, solo espiritualmente, podríamos llegar a un reino de la libertad y la igualdad.
Creo que la solidaridad humana es fundamental. Y estas ideas no son un invento mío, casi todos la hemos estudiado.
Casi siempre que hablamos de democracia tenemos que encontrar estos fundamentos.
La libertad, por tanto, pareciera que sí es la superación de la necesidad, que sólo las ideas pueden correr libres si el estómago está lleno, si no hay la represión, si el invento puede ser, porque se deja ser, están las condiciones de ser, porque la creación sólo se puede dar en el ser humano cuando éste es libre y pierde vitalidad y fuerza cuando éste está acorralado, encarcelado, etcétera.
En ese nuevo paradigma, si es que es posible, es que podemos luchar contra el peor problema.
Es más, el peor problema es lo que provoca el resurgimiento de este paradigma de la libertad, de la democracia y de la paz.
Y es que estamos a punto de extinguirnos por lo que los científicos llaman la crisis climática, que no es mentira, que nada sacamos y hundimos la cabeza como el avestruz y no la afrontamos.
En mi país, a veces se dice: no, eso es un asunto de los ricos, que lo es, obviamente, porque son los grandes emisores, pero no puede solucionarse a partir solamente de los ricos, sino de una voluntad humana nueva que tiene que concertar las salidas, para que no se convierta en una nueva esclavitud su solución, para que no muera la democracia mundial en el intento.
Casi que uno podría asimilar que el proceso de profundización de la catástrofe climática lleva aparejada el fin de la democracia.
No se dejará hablar al ser humano, tendrá que reprimirse. Las tensiones políticas, que ya sentimos serán de tal magnitud, de tal profundidad, que nuestra propia historia, la reciente, la de las guerras mundiales, la historia del mundo de la oscuridad, del mundo de la represión, del totalitarismo, se va a quedar en pañales con lo que puede surgir.
Por tanto, del otro lado, de intentar las soluciones, que no son simplemente científicas, que no son simplemente tecnológicas, es que puede resurgir la palabra democracia, la palabra libertad y, sobre todo, la palabra paz.
Es en el intento de solucionar el problema entre todos y todas que podemos reencontrar estos conceptos que en el fondo son comunes a todos nosotros, a la Europa en general y a la América Latina en general.
En esto somos hermanos. A pesar de las vicisitudes de la historia y las confrontaciones, nos encontramos en estos principios.
A nosotros nos gustaría que fueran más vivos, que fluyeran más, que fueran menos estáticos.
Le hemos llamado a esos episodios democracia participativa, democracia directa, dicen algunos, la posibilidad de que la gente del común pueda ser dueña del poder.
En eso a veces nos equivocamos. Estamos en una búsqueda, Europa nos mira indudablemente, cuando antes nosotros mirábamos a Europa, nos parecía el faro de los cambios. Ahora se ubican un tanto, sin caer en egolatrías nacionales, en los cambios que se están produciendo en América Latina, pero tenemos que ir juntos.
Ese encuentro entre Europa y América Latina que ustedes van a dirigir, como los que presiden la Unión Europea, ese encuentro no puede ser una reunión más, protocolaria, de buenas maneras, pero sin sustancia, sin alma.
Tiene que representar, aunque no lo pueda solucionar todo, un nuevo comienzo, un nuevo paradigma en nuestras relaciones.
Y lo mismo tendría que ser en el terreno de la economía. se acostumbró durante siglos –así comenzó esta historia– a que América Latina entregaba materias primas.
No hay mucha diferencia de lo que ocurría hace cinco siglos, cuando era el petróleo, cuando era la plata y el oro, a los años recientes, cuando es el petróleo y el gas.
Cambiaron los materiales, pero no cambió la estructura económica. Sigue siendo desigual en el fondo. América Latina no se ha industrializado, no pudo en las décadas pasadas.
Hoy tendríamos que hacer una nueva sociedad –me permito hablar un poquito de eso dada la presencia de tanto empresario y empresaria aquí–. Es una nueva sociedad, donde no puede establecerse que uno gana y el otro pierde. Ese mundo se acabó, en mi opinión, en los cambios que hoy tiene la humanidad.
Tiene que ser una sociedad muy paradójicamente, muy por al azar geológico, como antaño –como que nosotros vivimos los latinoamericanos del azar geológico, de si hay oro o de si hay petróleo–, que no nos ha llevado a un mejor destino en realidad.
Muy contrario a esa manera de entender América Latina, o de América Latina entenderse a sí misma, la realidad es que hoy otra vez aparece un azar geológico.
Hoy somos el rincón del mundo, hasta el momento, con las tecnologías actuales, que tiene los minerales y que tiene las condiciones naturales para generar energías limpias.
Tenemos el agua, el viento y el sol. Los indígenas lo decían hace mucho tiempo. Hicieron edificaciones en gloria al sol, hijos del sol, nos decíamos.
Pero somos también hijos del agua. Un agua que fluye por montones, desde los Andes, construyendo selvas, praderas de tierras fértiles, llegando a los mares y de los vientos que ahora se miden. Vientos permanentes y rápidos.
Agua, viento y sol son la base de la nueva economía. Sin ellos no hay energías limpias. Sin ellos nos extinguimos.
Con ellos juntos, mezclados con esos minerales que también, por azar, se encontraron en la América Latina en proporción mayor que en otras partes, se produce la nueva economía.
Lo que llaman los teóricos la economía descarbonizada, hacia donde tenemos que llegar por obligación. No hay libertad de escogencia, por lo menos por ahora. Si no escogemos ese camino, no volvemos a encontrarnos como especie.
Y en esa medida creo que ahí donde se puede construir la sociedad. La nueva sociedad, una sociedad del todos ganamos, porque podemos descarbonizar economías, porque podemos industrializar América Latina si la competencia se establece, ya no por lo barato de la fuerza de trabajo, ya no por la cantidad de carbón consumido, como hasta ahora viene siendo la competencia comercial mundial, sino se establece por la menor huella de carbón que este en las mercancías.
Me enseñó aquí, Bruce Mac Master (Presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia –ANDI), que ahora se ha vuelto mi maestro revolucionario. Yo lo voy a decir en la prensa, él es el Presidente de la Asociación Nacional de Industriales, que está aquí acompañándonos–
Pues bien, es ese camino. Si nosotros tenemos la menor huella de carbón y ese va a ser el factor de competencia, si se mantiene la competencia como el mercado, como parte de las instituciones humanas hacia adelante, pues entonces la menor huella de carbón en la producción de las mercancías está allá.
Ustedes pueden ir allá. O nosotros, también, podemos traer la descarbonización a Europa, podríamos llevarla a Estados Unidos, podríamos ser en la historia un gran aporte, digamos, no el único, obviamente, pero que nos podría ayudar a pasar a la economía que nos permite sobrevivir como especie en el planeta y ahí a fundar los conceptos, o a refundarlos, de la libertad, la democracia y la paz.
Esta es una posibilidad. Los invito y las invito a tenerla, a cogerla, a construirla, a planificarla, a dialogarla.
Ver si esas opciones se pueden construir como un programa, como un plan en nuestro encuentro América Latina-Europa.
Ver si puede ser la base de una nueva política que nos junte, nos junte como todos ganadores, que es la posibilidad real de ser socios, que es la posibilidad real que nuestros pueblos, nuestras culturas se junten en una amistad por los siglos de los siglos, que es lo que implica estos cambios.
Gracias por la invitación, su majestad, y a todos y a todas las invitadas, un saludo y un brindis también.
Este por la vida que es lo que nos puede juntar.
_(Fin/jdg/cf/mgm/gaj)_