En la luminosa mañana del Lunes de Carnaval, el Cumbiódromo de la Vía 40


Es el último día en esta emblemática avenida, y aunque en años anteriores ya comenzaban a desmontarse los palcos, en esta edición, como en las dos anteriores, todo ha cambiado.



Desde temprano, alrededor de las 10 de la mañana, jóvenes, niños y acompañantes llegan a un parque cercano, convertido en un santuario de preparación.
Es un espacio donde cada detalle cuenta: el maquillaje, los peinados, los últimos ajustes en el vestuario.
Aquí, todos tienen un rol; la destreza con las brochas y los pinceles es casi tan importante como la de los pies en la pista.
Máscaras cuelgan de una malla,
otras descansan en los bancos del parque, esperando el momento de cobrar vida.
La concentración se percibe en cada gesto, en cada mirada.
La hora se acerca y, uno a uno, los bailarines inician su migración hacia el Cumbiódromo, tomando posiciones con precisión. Entre ellos, el grupo del 21A, uno de los primeros en la fila, ya está listo para brillar.
La tarde cae y con ella se enciende la magia del desfile. Los nervios están presentes, pero no opacan la emoción.
El sol, cómplice del espectáculo, baña a los danzantes en tonos dorados y verde esmeralda, intensificando el resplandor de sus vestuarios.
Un camión, corazón palpitante del desfile, avanza entre un mar de bailarines. Los más jóvenes lideran, mientras los mayores los siguen con el mismo ímpetu.
El asfalto ardiente se convierte en un espejo que refleja sombras aladas, figuras que parecen flotar al compás de la música.
Cada paso es una prueba de resistencia, cada movimiento una obra de arte en sincronía. La hidratación es vital, tanto para los cuerpos como para las majestuosas plumas y mascarones que arden con el calor.
Desde las gradas, el público ruge de emoción.
La felicidad se esparce como pólvora al ver ese torrente de talento, cuerpos semidesnudos que se visten de historia y cultura, máscaras que ocultan rostros, pero revelan tradiciones.
Plumas que desafían el viento, pies que desafían el cansancio.
El Carnaval es eso: baile y resistencia.
Instagram: @johnrobledofotografo