Las revisiones de datos macro las carga el diablo y Alemania lo ha comprobado este jueves, cuando el órgano estadístico federal Destatis ha revisado a la baja el dato de Producto Interior Bruto (PIB) relativo al primer trimestre de 2023. La corrección del estancamiento (0%) previo al -0,3% hace que la ‘locomotora’ de Europa sí entrase finalmente en recesión técnica (dos trimestres consecutivos de recesión) este invierno. Un escenario que dato a dato se intentaba evitar.
Aunque sea de forma simbólica -una recesión técnica no es una recesión pura en el sentido económico estricto de la palabra- y por unas décimas, el mensaje que lanza este dato es que Alemania finalmente sucumbió a un duro invierno en el que se esperaba que ‘pagase’ el golpe de la guerra en Ucrania y su derivada crisis energética.
Aunque las autoridades políticas y económicas del país, con el canciller Olaf Scholz a la cabeza, parecían descartar ya la entrada en recesión, el mazazo ha llegado en diferido. El gran es el fundamental sector manufacturero, donde una recesión cada vez más profunda está arrojando dudas sobre el repunte que muchos anticipan para los próximos trimestres.
Detrás de la caída de PIB hubo también una caída en el gasto público y una disminución en el gasto de los hogares debido a que la elevada inflación siguió sobre los consumidores. Aunque empezó a contenerse tras alcanzar picos máximos en octubre por encima del 10%, la subida de los precios se situó en abril en un 7,2% interanual.
Sin embargo, hubo impulsos positivos procedentes de las exportaciones y de la inversión, así como una recuperación del sector de la construcción y los equipamientos industriales, producción de maquinaria, electrodomésticos y automóviles. El conjunto de las exportaciones experimentaron en este primer trimestre un aumento del 0,4% respecto al último periodo trimestral de 2022. Las importaciones, por contra, bajaron un 0,9%, destacando Destatis el descenso en carburantes, minerales y productos químicos.
«Tanto el consumo privado como el público fueron fuertes lastres para la actividad económica, mientras que el suave clima invernal ayudó al sector de la construcción a experimentar un repunte temporal, volviendo a ser un motor de crecimiento. Debido al debilitamiento de las importaciones, el crecimiento marginal de las exportaciones dio lugar a una contribución positiva al crecimiento de las exportaciones netas», explica Carsten Brzeski, economista de ING.
Para el experto, han tenido que llegar un par de revisiones estadísticas para constatar que, al final, la economía alemana hizo este invierno lo que ya se temía desde el verano pasado: caer en una recesión técnica. «No se trata del peor escenario posible de una recesión grave, sino de una caída de casi el 1% con respecto al verano pasado. El clima cálido del invierno, un repunte de la actividad industrial, ayudado por la reapertura china y una relajación de las fricciones en la cadena de suministro, no bastaron para sacar a la economía de la zona de peligro recesivo. El consumo privado siguió sufriendo las consecuencias de unos precios al por menor de la energía todavía elevados», señala.
Más allá del primer trimestre, el optimismo de principios de año parece haber dado paso a un mayor sentido de la realidad. «La caída del poder adquisitivo, el adelgazamiento de las carteras de pedidos de la industria, así como el impacto del endurecimiento más agresivo de la política monetaria en décadas, y la esperada ralentización de la economía estadounidense abogan a favor de una débil actividad económica. Además de estos factores cíclicos, la guerra en curso en Ucrania, el cambio demográfico y la actual transición energética pesarán estructuralmente sobre la economía alemana en los próximos años», apunta Brzeski.
elEconomista